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Tomado de: Cambio
Por Rolando Prudencio *
Obviamente sería un error creer que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, después de la voluntad de normalizarlas, hace casi tres años, representaría el restablecimiento pleno de las mismas, por el simple hecho de que el embargo económico estadounidense sigue vigente. Pero además por otras cuentas pendientes que Estados Unidos tiene que honrar, como es por ejemplo la devolución de Guantánamo, ocupada a principios de siglo.
De todos modos, nadie va a negar que el acuerdo entre Obama y el comandante Raúl Castro fuera el inicio de lo que podría traducirse en no sólo la plenitud del restablecimiento de relaciones, sino en la confesión del fracaso de la política del embargo dictado contra la isla indómita que lleva más de medio siglo, y que es lo que Estados Unidos, como el mayor e inexpugnable imperio, no quiere dar como señal. Recordemos que reconocer francamente este fracaso iría a contra corriente de la frase: “Make América great Again” (Hagamos otra vez grande América), por lo que siendo Estados Unidos la mayor potencia imperial de la historia, que haya sucumbido ante la dignidad de un país tan pequeño como Cuba, sería confirmar que a contracorriente la dignidad se ha impuesto al decadente despotismo yanqui.
Ésa es la razón por la que Trump decidió tirar por la borda todo el avance que hubo entre Obama y el comandante Raúl Castro hace casi tres años, por lo que en un inicio buscó el burdo y bullado pretexto de los “ataques acústicos” para dar marcha atrás en los avances logrados, justificando un supuesto “daño” a la salud de sus diplomáticos en La Habana, reponiendo las restricciones a los acuerdos logrados, ya sea en materia cambiaria de la moneda, envío de dinero de familiares cubanos residentes en los Estados Unidos, restricciones en las otorgaciones de visas a ciudadanos estadounidenses y varias otras más.
Desde luego que la decisión tomada por Trump no está sólo centrada en un capricho personal, tiene que ver la misma en la gravitante influencia ejercida por el lobby de la mafia cubano-americana de Miami, que a través de sus más conspicuos conspiradores congresistas, como Marco Rubio, Mario Díaz Balart, Carlos Curbelio y Ted Cruz, son quienes han estado detrás de Trump manipulando la decisión que ha tomado contra Cuba, la misma que ha sido adoptada en función al estrangulamiento de la economía cubana, restringiendo las inversiones de empresas norteamericanas y cubanoamericanas. Asimismo, estas medidas restrictivas están orientadas a afectar las inversiones de China, Francia, Rusia y otros capitales competidores ante la ausencia de inversionistas norteamericanos que van desperdiciando oportunidad de negocios, ya sea en el área de turismo, agricultura y empleos.
Trump ha trasladado una política oscurantista a la Casa Blanca no sólo atacando a Cuba, sino a otros países; pero además va en contra del mismo planeta, como es haber ignorado los acuerdos climáticos —por dar un ejemplo—, que no hacen más que confirmar que ante el temor de la pérdida de su hegemonía los Estados Unidos se ha puesto a la defensiva demostrando su debilidad, atacando a quien representa lo que le falta a los Estados Unidos, como es la dignidad de la Revolución Cubana.
* Abogado y escritor cochabambino