Etiquetas

, , , , , ,

Escrito por Iroel Sánchez

En mayo de 2003, mientras las campañas mediáticas contra la Revolución cubana arreciaban y en plena intervención estadounidense en territorio iraquí, en Miami se producían manifestaciones con el lema “Irak now, Cuba after”, un grupo de intelectuales mexicanos y cubanos liderados por Pablo González Casanova activaban su solidaridad con la Isla. Reunidos con Fidel, le propusieron cómo estructurar y mantener viva esa actividad solidaria para defender a Cuba, la respuesta del Comandante subió la parada: Hay que defender la humanidad.Dos años después, cuando más oscuridad caía sobre la causa de la liberación de los cinco cubanos prisioneros en Estados Unidos por proteger a Cuba del terrorismo, La Habana fue sede de un encuentro mundial para que las víctimas del terrorismo de estado expusieran sus casos y se concertaran posiciones contra ese flagelo.

La comprensión cabal de que éxito de la lucha por la independencia cubana pasa por la lucha en función de un mundo más justo, tiene en la idea de José Martí mientras preparaba la guerra para liberar a Cuba y Puerto Rico del yugo colonial español uno de sus momentos más altos: “Es un mundo lo que estamos equilibrando, no son dos islas las que vamos a libertar”.

Es necesario saberlo para comprender por qué es en La Habana donde efectúa la reunión de organizaciones políticas de izquierda y movimientos sociales de América Latina, conocida como Foro de Sao Paulo, justo cuando fruto de sus propios errores y de la injerencia estadounidense renovada exitosamente por Barack Obama, las fuerzas populares en la región han sufrido importantes derrotas y el neoliberalismo está de regreso en muchos países.

En 1990, en medio del impacto de la debacle del llamado socialismo real en Europa del Este, el líder del Partido de los Trabajadores brasileño Luis Inacio Lula da Silva y el Comandante Fidel Castro tuvieron la visión de fundar el Foro de Sao Paulo y articular en él una amplia red de organizaciones que llegarían en apenas tres lustros a ser gobierno en la mayoría de los países latinoamericanos. Tres años después, cuando Cuba atravesaba el momento más agudo de la crisis económica sobrevenida tras el colapso de sus relaciones económicas con la URSS, los medios de comunicación de todo el planeta contaban las horas de vida de la Revolución cubana y la euforia neoliberal se ensoñoreaba sobre el continente, el Foro sesionaba en La Habana y Fidel declaraba con rotundez “las ideas revolucionarias volverán”.

Con la misma visión, Fidel recibió en 1994 con honores de Jefe de Estado, al poco antes excarcelado “golpista” Hugo Chávez que en 1998 comenzó la ola victoriosa que descarrilaría en 2005 el proyecto de Área de Libre Comercio continental para anexar los recursos naturales de la región a la economía norteamericana, y como alternativas fundaría UNASUR, el ALBA y la CELAC.

En La Habana están por estos días las víctimas de los recientes golpes militares o parlamentarios en Honduras, Brasil y Paraguay y de las traiciones en Ecuador, pero también los triunfadores en las recientes elecciones mexicanas, o los que en Colombia obtuvieron un resultado histórico para la izquierda en las urnas. Denuncian la judicialización de la política que mantiene en la cárcel a Lula para evitar que sea el seguro ganador en las próximas elecciones brasileñas, la persecución injusta a Rafael Correa y el encarcelamiento de su compañero Jorge Glass, las sucias campañas contra Cristina Fernández en Argentina, la evidente guerra no convencional contra Bolivia, Venezuela y Nicaragua y la menos conocida contra El Salvador, los asesinatos de líderes sociales en Colombia, entre muchos otros asuntos denunciables y silenciados por los grandes medios de comunicación, pero sobre todo intercambian experiencias, reconocen errores y concertan estrategias de lucha política.

La Cuba que los recibe ha desmentido a los que auguraron no sobreviviría sin Fidel al frente, se renueva para enfrentar nuevos y viejos desafíos con la actualización de su modelo económico y social. Acaba de concluir un proceso electoral del que ha emergido un gobierno encabezado por alguien nacido después de 1959 y se prepara para encarar una reforma constitucional, en un entorno internacional adverso y un gobierno estadounidense que ha retomado el tono más agresivo contra la Isla pero nada de eso es óbice para cumplir con el mandato recogido en la actual Constitución de apoyar “la cooperación y la solidaridad de los pueblos del mundo, especialmente los de América Latina y del Caribe”.

Desde hace casi sesenta años la mayor isla del Caribe no es sólo vanguardia en la batalla por una Latinoamérica libre del tutelaje norteamericano sino que ha sido la retaguardia segura de los luchadores sociales en todo el continente. Tal vez aquí, para un escéptico como los hubo en 1990, 1993 o 1994, una vez más se ha hablado de utopías, pero para un revolucionario utopía no es lo imposible, sino lo que ha sido imposibilitado por una situación que hay que transformar, y en todo caso, según Eduardo Galeano, sirve para avanzar.